The Good Food busca crear conciencia sobre la sustentabilidad alimentaria a nivel global. El proyecto se financia a través de las ventas y de la donación de mercaderías.
por Guillermo Atlas
FRANKFURT, Alemania.- En el popular barrio de Ehrenfeld, en Colonia, acaba de abrir sus puertas el primer supermercado alemán que vende exclusivamente alimentos vencidos, así como hortalizas y frutas que salen del parámetro aceptado por el mercado local, donde los clientes ponen el precio a los productos, un modelo que busca crear conciencia sobre la sustentabilidad alimentaria a nivel global.
Nicole Klaski, impulsora del proyecto, explicó a Télam que The Good Food “es una iniciativa de gente preocupada por el despilfarro de alimentos con los que se podría alimentar a media humanidad necesitada”.
El negocio vende verduras, frutas, conservas, cerveza y ofrece pan y facturas del día anterior, donados por una panadería artesanal local.
“Los productos están en perfectas condiciones para el consumo, pero las leyes del mercado los califica o considera como inservibles para la venta”, señaló Karski.
En Alemania se diferencia entre alimentos con “fecha de consumo preferente o fecha de duración mínima”, lo que significa que pueden ser consumidos después del tiempo fijado sin riesgo alguno para la salud pero que el productor no garantiza determinadas virtudes organolépticas, por lo cual en estos casos se autoriza su venta mientras el comerciante aclare explícitamente esa condición.
En cambio, existen productos con fecha de vencimiento o de caducidad, tal el caso de los alimentos perecederos como carnes, lácteos y otros que requieren refrigeración que no pueden ser puestos a la venta una vez superado el lapso establecido para su consumo.
Klaski explicó que un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que “un tercio de los alimentos producidos en el mundo se tiran a la basura. Son 1.300 millones de toneladas de comida”, advirtió.
De acuerdo a ese organismo la cifra representa aproximadamente el 30% de la oferta alimenticia global, en un mundo donde 842 millones de personas sufren hambre.
“Nuestro proyecto se financia a través de las ventas y de la donación de mercaderías. Quizá con el tiempo haga falta contratar personal para ampliar la envergadura del emprendimiento”, agregó Klaski, para quien no sólo se desperdician los alimentos “también se malgastan los recursos energéticos necesarios para la producción de los mismos, tanto en la agricultura como en la industria”.
“The Good Food es un modelo en el cual todas las partes se benefician porque no hay precios fijos, el cliente decide cuánto paga por cada artículo y los agricultores se alegran de poder colocar sus hortalizas y frutas arrugadas, muy chicas o muy grandes, es decir, fuera de la norma y del cánon del mercado”, explicó la emprendedora.
“También la industria reaccionó de modo positivo. Las empresas cooperan ya que se ahorran gastos porque logran reducir los costos que conlleva la eliminación de alimentos descartados” en el mercado convencional.
El emprendimiento tiene pocos antecedentes en el mundo (uno de ello es WeFood, en Dinamarca) y su fundadora lo define como “una iniciativa de ciudadanos independientes, sin apoyos institucionales”.
“Queremos despertar la conciencia de la gente sobre la finitud de los recursos mundiales y la sustentabilidad alimentaria. Hay gente muy generosa que paga sobreprecios como aporte al proyecto y otra, más humilde o menos dadivosa que pone apenas monedas”, explicó Klaski.
Los proveedores entregan sus productos sin cargo y “nosotros sólo pagamos el transporte”, aclaró la emprendedora.
Fanny Sandez-Weinberg, una artista plástica argentina nacida en San Juan, que vive y crea desde hace 21 años en el barrio, se acercó al supermercado “por la curiosidad que me despertaron los medios” periodísticos.
Fanny cuenta que “no es casual que surjan proyectos de este tipo en esta zona de Eherenfeld. Hay muchos negocios nuevos e innovadores, de gente joven junto a tiendas tradicionales. Es un barrio en el que originalmente vivían muchos trabajadores extranjeros, en especial turcos e italianos. Ahora todo está cambiando y están surgiendo talleres de arte, galerías, cafés y restaurantes veganos”, explicó.
Después de terminar su compra, Sandez-Weinberg confió a Télam que “consiguió papitas para prepararlas con la piel (cáscara) y unas peras que se veían deliciosas”, encantada con el modelo de supermercado.
(*): especial para Télam.